E stamos ante la versión del Camaro más potente jamás construida. Su motor V8 LSA, el mismo que equipan los Cadillac presidenciales, ha sido llevado aquí hasta su máxima expresión en un coche matriculable. Desde luego, el aspecto en vivo del ZL1 no deja indiferente. Este modelo apareció por primera vez en 1967 para competir con el Ford Mustang, año en el cual los “Monkees” arrasaban en las listas de éxitos norteamericanas, a distancia de “The Beatles” o los “Rolling Stones”.

El Camaro, tras su resurrección en la modernidad de 2009, conserva la esencia de diseño GT de su épico antecesor, que el cine ha vuelto a actualizar para las nuevas generaciones gracias a la película “Transformers”, donde protagoniza uno de los principales papeles robóticos.

Aletas de escualo
Antes de subirnos en él y salir a rodar por los apacibles y boscosos condados al sur de Indianápolis, merece la pena dar una vuelta completa al ZL1, fijándonos en el detalle. Los diseñadores han modificado bastantes cosas para la ocasión, respetando escrupulosamente las líneas maestras. El frontal es diferente, con una calandra ‘de aletas’ para mejorar la refrigeración del radiador, escoltada por unas generosas tomas de canalización para aportar flujo a los enormes frenos Brembo con pinzas de seis pistones y un alerón en el borde inferior para mantener el tren delantero pegado al suelo a alta velocidad.

El motor V8 es el que utiliza el Corvette ZR1, un auténtico cohete a propulsión de 588 caballos

Sobre el capó, se inserta una tapa de fibra de carbono con doble función: facilitar la entrada de aire al V8 y mejorar la aerodinámica del espectacular morro. Llantas específicas, faldones laterales, un carenado inferior recubriendo el chasis, branquias en las aletas posteriores y un spoiler trasero terminan de darle su inconfundible personalidad visual al ZL1.

En el interior, la completa instrumentación analógica de los supercars americanos, con presión de aceite, voltímetro, etc, unida a la personalización decorativa de esta versión y los asientos deportivos, de gran comodidad y buena sujección en curvas, bastan para que nos sintamos lo suficientemente diferentes en nuestro ZL1 respecto a un Camaro ‘normal’.

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Tipo duro de roer
Sin el fanático detallismo tecnológico de los europeos, el ZL1 nos parece sencillo y auténtico. Empezando por la llave de contacto, de lo más convencional. Lo que ya no es tan convencional es el ruido que surge del motor cuando lo arrancamos. Los ocho cilindros empiezan a desayunar gasolina de alto octanaje con el gorgoteo único de este tipo de propulsores.

Cuando el aceite que baña el bloque se ha calentado –el ZL1 lleva un sistema de inyección de lubricante para los pistones–, el compresor volumétrico comienza a alimentar al V8, que ruge de satisfacción y nos lleva impaciente a la highway para alejarnos de la ciudad y buscar carreteras donde poner a prueba esta prometedora mecánica. Aprovechamos entonces para ir familiarizándonos con los controles y regulaciones del deportivo, constatando el excelente aplomo y la comodidad de la suspensión magnetoreológica Magnetic Ride con la cual podemos endurecer o ablandar los amortiguadores según el estado de la carretera o el tipo de conducción.

Otra característica que verificamos en la autopista es el silencio de marcha, mejorado por el sistema de alimentación central del V8, que distribuye el carburante de forma más precisa y disminuye decibelios y vibraciones de éste impulsivo bloque.

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Se ofrecen dos cambios que tuvimos ocasión de probar, uno manual y otro automático del tipo de convertidor de par con función de manejo secuencial mediante paletas a los lados del volante.El primero nos pareció preciso, con la palanca corta y bien situada, firme en el paso de relaciones y con acertados desarrollos. La dureza del embrague y su deportividad lo aconsejan para los más puristas de la conducción racing o el circuito. Pero para los que vayan a utilizar el ZL1 más a diario y sobre todo en ciudad, será mucho más aconsejable el automático, con la suficiente rapidez en su manejo secuencial como para disfrutar cuando lo deseemos de la potencia del modelo.

Con un valor de fuerza de casi 77 kilográmetros en las ruedas traseras, al Camaro no le hace falta mucha insistencia en su acelerador para que salga disparado, dibujando en negro su rodada en el asfalto. La respuesta desde muy bajas vueltas característica de estos motores americanos permite divertirse con el Camaro en cualquier circunstancia, y no hace falta alcanzar grandes velocidades para sentir en nuestra espalda tan soberbia potencia.

Transmisión a la carga
En estas prácticas, agradecemos la actuación del diferencial trasero autoblocante que, al igual que la transmisión, va refrigerado por aceite. Además, el nuevo control electrónico de tracción desconectable Performance Traction Management vela para conservar la buena trayectoria en los derrapajes.

El año pasado, el ZL1 marcó en Nürburgring un 'crono'más rápido que un Porsche 911 GT3

La dirección, precisa y ágil en las curvas enlazadas, unida a un rígido chasis, la suspensión regulable y el excelente equipo de frenos con pinzas de seis pistones delante y cuatro detrás, nos aseguran un dinamismo que sorprende. El Camaro ZL1 es, además de un bello objeto icónico, una máquina muy eficaz sobre la carretera. El ZL1 aporta placer en la conducción, sin ser demasiado rudo en sus modales, sólo lo justo para ser un genuino bólido americano. Aunque resulte algo pesado en la báscula y con un consumo por encima de la media entre los supercars actuales.

Después de unos cientos de kilómetros sobre las carreteras de Indiana, abandonamos con pena al convincente Camaro ZL1. Sobre todo sabiendo que General Motors no tiene previsto por ahora comercializarlo en España. Con un precio en el mercado USA imbatible, similar al de un Audi A5 3.0 de de 272 caballos en España, tendríamos un genuino GT al alcance de la mano. Incluso en los Estados Unidos, su precio es una ganga, ya que cuesta la mitad que un Corvette ZR1. ¡Pero es capaz de girar en Nürburgring en 7:41.27!

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