Corría 1996 cuando, llegado directamente desde el corazón de Japón, aterrizaba en nuestro país el RAV4, un peculiar vehículo a caballo entre un turismo convencional y un todoterreno que resultaba muy complicado de catalogar en aquella época, aunque sus virtudes dinámicas eran tan elevadas que llegó a ser calificado como el GTi del campo. Apenas un año después desembarcaba la respuesta oficial de Honda; el CR-V, un vehículo con un enfoque familiar más marcado. Una especie de monovolumen con carrocería elevada, aspecto de todoterreno y tracción integral que mejoraba la seguridad sobre firmes deslizantes.

Casi 20 años después y con cuatro generaciones de por medio, ambos modelos han evolucionado al dictado del mercado hacia un concepto semejante. Primero lo hicieron sus carrocerías, creciendo para hacerse cada vez más espaciosas y habitables para la familia, mientras que en las últimas actualizaciones han sido sus mecánicas las que han sido modificadas de manera muy importante con un objetivo claro: reducir los consumos y las emisiones contaminantes. Para esto, primero se renunció a la tracción integral, quedando ésta relegada para sibaritas, mientras que en una segunda fase se ha apostado por soluciones mecánicas más eficientes, como lo demuestra el nuevo motor del CR-V, que con sólo 1.6 litros de cilindrada permite alcanzar los 120 caballos con un par suficiente como para asegurar la capacidad de empuje incluso cargados.

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El Toyota, por su parte, consigue un resultado similar al al compartir con Avensis y Auris el bloque Diesel 2.0, que ofrece un comportamiento algo más elástico gracias a su mayor potencia y par, eso sí a costa de un consumo medio más elevado que acaba pasando factura al bolsillo. En ambos casos disponemos de un cambio manual de seis velocidades bien escalonadas y con una quinta y sexta exageradamente largas en su relación final para lograr contener el citado consumo. Pese a ello y aunque no nos sobren los caballos, tampoco tenemos que estar todo el rato pendientes de cambiar de marcha para asegurarnos alegría en sus respuestas, pues la sobrealimentación con la que cuentan les otorgan un plus de potencia que nos permite sortear repechos o realizar adelantemientos con seguridad. Eso sí, el cuatro cilindros del RAV4 resulta algo más tosco y ruidoso en su funcionameinto que el del CR-V, sin duda se le nota su mayor veteranía en el mercado.

Qué bueno que viniste

Estamos seguros que el 1.6 del Honda nos va a deparar alguna que otra alegría en el futuro, pues es el primer exponente de una nueva tecnología de propulsores, que la marca denomina Earth Dreams Technology, que consigue unos resultados excepcionales a partir de un bloque de muy baja cilindrada y reduciendo el peso y el tamaño de sus componentes y con ello las fricciones. De hecho, este propulsor es 50 kilos más ligero que el 2.2 de 150 caballos de la variante superior del modelo. No tememos equivocarnos si decimos que a medio plazo el 1.6 que ahora estrenamos pasará a sustituir al citado 2.2, pues la marca cuenta aún con ases en la manga para elevar su potencia.

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Ambos automóviles dan respuesta a las necesidades de espacio de la mayoría de las familias medias actuales, con dos hijos e incluso alguna mascota de por medio. Del mismo modo que jóvenes activos podrán cargarlos con sus bicicletas o equipos de ski los fines de semana para practicar su deporte favorito sin el menor inconveniente de espacio, pues cuentan con soluciones funcionales y prácticas para ello.

En carretera, el Honda apuesta por su vertiente monovolumen olvidando casi por completo su pasado como todoterreno, con una suspensión muy confortable que llega a pecar de blanda al paso por virajes cerrados, pues le cuesta digerirlos sufriendo pérdidas de tracción con facilidad. Por su parte, el RAV4 mantiene vivo algo de su espíritu aventurero, lo que se traduce en un puesto de conducción más elevado y una suspensión más firme que puede pasar factura a los ocupantes.

Precio, equipamiento y ficha técnica del Toyota RAV4 120D

Precio, equipamiento y ficha técnica del Honda CR–V

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