No es algo nuevo, el mercado de las berlinas tradicionales, se tambalea. A los sucesivos ataques sufridos en los últimos años por los monovolúmenes, todo caminos y demás derivados, hay que añadir ahora la llegada de estos turismos ‘rebeldes’. Decididos a arrebatar el protagonismo de los coches que motorizaron a nuestros padres y abuelos, Volkswagen CC y Citroën DS5 apuestan por nuevas fórmulas de diseño, una alta carga tecnológica y mecánicas potentes. No renuncian a nada porque su objetivo es precisamente ofrecer un punto extra que hasta ahora sólo concedían modelos premium más costosos y opulentos, tales como los Mercedes CLS o BMW Serie 5 GT.

Retengo por un momento en mi mente ambos ejemplos mientras me dirijo al garaje y tengo la impresión de que son perfectamente extrapolables a nuestros dos rivales. El Volkswagen es el más conocido de los dos y fue uno de los primeros en apuntarse a la moda de las berlinas-cupé que inició precisamente aquel CLS en 2004. Lo hizo aprovechándose de la mecánica del Passat y añadiendo las siglas CC en su afilada carrocería. Ahora, luce un semblante más serio tras su primera renovación y echamos en falta su nombre originario mientras contemplamos su carrocería, sólo unos segundos antes de fijar nuestra mirada en el DS5.

Éste nos deja claro al primer vistazo que Citroën ha querido imprimir su sello personal a esta ‘revuelta’. El mayor de la familia DS optó por la otra vía, la de tomar formas de crossover y monovolumen, igual que el Serie 5 GT. Sin embargo ha conseguido no parecerse en absoluto ni a éste ni a ningún otro de sus competidores, tomando ese matiz de coche especial que recordamos sólo en los Citroën más emblemáticos, tales como los XM, CX o como su propio primogénito, el DS de 1955. Seducidos ante semejante alarde de diseño y extravagancia, elegimos instintivamente el DS5 para comenzar nuestra prueba. El francés no tarda en agradecérnoslo con todo un detalle de cortesía. Nada más dirigir la mano hacia la manecilla de la puerta, el coche se abre sin necesidad de tocar ningún pulsador. Merci, monsieur.

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En el interior continúan las sorpresas. Accionamos el botón Start y un fantástico cuadro digital se ilumina mientras contemplamos atónitos cómo en la parte superior del mismo se despliega una fina pantalla de cristal. Es el “Head up display”, uno de los múltiples gadgets disponibles de serie en el acabado Sport que, además, añade: faros bixenón adaptativos, sensor de parking delantero y trasero con cámara, retrovisores eléctricos plegables, tapicería de cuero, asientos de ajuste eléctrico con función de masaje, techo panorámico, equipo multimedia con navegador, Bluetooth y conexión USB... en definitiva, todo lo imprescindible y muchísimo más.

En el DS5 el único inconveniente de contar con tantos elementos a nuestro alcance es, precisamente, que no alcanzamos a todos.

En los primeros kilómetros el trabajo se nos acumula y sólo entre la consola central y el techo llegamos a contar hasta 57 botones diferentes. Son demasiados, sí, pero le confieren un aspecto muy futurista.

CULTO AL CONFORT

Mientras curioseamos en su interior, todavía en ciudad, nos persigue una sensación: ¿nos observan? Efectivamente, su complejo diseño no pasa inadvertido y con el deportivo CC no sucede lo mismo. Salimos a la autovía con el Volkswagen pegado a los retrovisores y lo cierto es que no alcanzamos a verlo del todo. El puesto de conducción elevado nos garantiza una visión delantera muy amplia, similar a la de un monovolumen, pero por el retrovisor interior controlamos mejor las plazas traseras que la carretera, pues la luneta es demasiado baja y estrecha.

En cambio, a pesar de que se trata de un coche más alto de lo habitual, apenas escuchamos ruidos aerodinámicos y el confort de suspensiones es magnífico. Además, en la parte posterior, tres adultos viajan sin problemas gracias a que la banqueta es bastante plana y la anchura, altura y longitud resultan apropiadas. Rodamos unos kilómetros por pistas rápidas antes de llegar a una zona más abrupta y disfruto de un nivel de confort óptimo. El motor gira cerca de las 2.000 vueltas en sexta marcha y mantenemos cruceros elevados con facilidad. La sensación es la de viajar en clase preferente y las primeras curvas del trazado tampoco logran inquietarnos.

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La carrocería oscila ligeramente en los giros pero las enormes ruedas –de 19 pulgadas en nuestra unidad– se mantienen pegadas al asfalto en todo momento y esto al volante se traduce en una sensación de aplomo y seguridad constante. Tan sólo una palanca del cambio con recorridos demasiado largos y unos frenos menos poten tes que los de su rival, nos hacen perder un tiempo valioso en este terreno.

El CC comparte algún defecto con el DS5 como la escasa visibilidad trasera y no ofrece portón. A cambio es más rápido y dinámico que su rival.

CONCLUSIÓN

Al cambiar de volante, constatamos la supremacía del alemán en carretera de montaña. El motor TDI ofrece mayor potencia y el cambio –también manual de seis velocidades– un manejo más preciso y relaciones más ajustadas, típicamente alemán. De esta forma, acelera y recupera antes e incluso consume menos combustible lo que, unido a un tanque 10 litros más capaz, le permite ofrecer una autonomía mayor. En la misma línea, la dirección resulta más enérgica y la suspensión es firme por lo que enlaza curvas con mayor precisión pero sin resultar incómodo en ningún momento.

De vuelta a casa reparamos en que a pesar de sus diferencias, las virtudes y carencias del DS5, son prácticamente calcadas en el CC si dejamos al margen el comportamiento dinámico. En este apartado la supremacía del alemán es clara pero en el cómputo general, el Citroën me parece más original, amplio y aprovechable. Todo esto con un equipamiento superior y a un precio inferior, lo que podría despejar cualquier duda.

VER FICHA TÉCNICA VOLKSWAGEN CC TDI 170

VER FICHA TÉCNICA CITROËN DS5 HDI 163

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