No es el Bentley más potente de la historia pero sí el más rápido, aunque por poco, ya que el Continental GT Supersports de la anterior generación alcanzaba los 329 km/h de velocidad punta, eso sí, con cinco caballos más que este Speed. Las diferencies estéticas con cualquier otro Continental GT W12 son mínimas y se limitan a la rejilla delantera oscurecida, llantas de 21 pulgadas exclusivas, salidas de escape ovaladas y estriadas y para el que sea capaz de apreciarlo a simple vista la suspensión rebaja un centímetro. Eso sí, el precio ‘adicional’ con respecto al Continental GT W12 de 575 caballos supone que en el Speed hay que pagar unos 500 euros por cada caballo extra, un precio nada despreciable porque a pesar de rondar los 250.000 euros, en el Speed todavía hay una larga lista de opciones que incluye elementos que cualquiera pensaría que por ese precio deben ser de serie, como los asientos ventilados y con masaje, los acabados en aluminio o fibra de carbono, neumáticos en perfil más bajo que los de serie, cargador de CD o un equipo de sonido más potente firmado por Naim.

El interior se distingue por el tapizado Mulliner, con el cuero formando un dibujo de rombos y la inscripción Speed en los umbrales de las puertas.

Los cambios realizados en el motor para conseguir los 50 caballos de más se limitan a la gestión de la centralita y de los dos turbos que sobrealimentan sus 12 cilindros. La suspensión se ha rebajado y endurecido, pero además se puede regular su rigidez en cuatro niveles, aunque hasta en el más duro sigue siendo cómodo y no nos vamos a encontrar con el comportamiento “tabla” de un verdadero deportivo, porque el Speed es un GT y hay que mimar a los pasajeros por muy rápido que vaya. Las relaciones de la caja de cambios ZF de ocho velocidades también son algo más cerradas y con dos programas de funcionamiento (normal y sport) bien diferenciados, tanto en su comportamiento como en el sonido que proporciona el motor. Para usarlo como secuencial se puede utilizar la propia palanca o unas enormes levas fijas detrás del volante que han obligado a situar las palancas de los intermitentes y el limpiaparabrisas un poco bajas. La tracción es total, con un reparto inicial del 60% detrás y un 40% delante aunque en función de las condiciones de adherencia puede variar.

Los frenos de serie son ventilados y perforados con pinzas de ocho pistones, pero existe la opción de unos carbono-cerámicos, más grandes que resultan impresionantes por su efectividad, algo que exige también un poco de adaptación debido a su enorme potencia.

Lo que interesa de este Bentley es que supera ampliamente los 300 km/h, eso sí, en circuito o en las carreteras alemanas, donde pudimos probarlo.

Ya desde el momento de poner su motor en marcha el Speed ofrece ese sonido especial que sólo tienen los coches de más de ocho o más cilindros. Un sonido que se percibe en el interior, pero convenientemente filtrado para que sea agradable y estimulante. Lo que más sorprende es la capacidad de aceleración que parece no tener límites porque circulando a 200 km/h basta con pisar a fondo el acelerador para que de repente vuelva a salir disparado como si en realidad estuviéramos circulando a poco más de 100 km/h. El cambio es extraordinariamente rápido de reacciones y capaz de reducir o permitir que reduzcamos“a mano” cuatro marchas de golpe. Si elegimos el modo Sport siempre circula en una marcha inferior a la que iría en el modo Drive o normal. En el modo deportivo apura mucho más cada marcha, realiza los cambios todavía con más rapidez y el sonido del motor pasa de “estimulante” a “excitante”.

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Sus reacciones son ágiles dentro de la agilidad que se puede permitir un coche que pesa casi 2,5 toneladas, mide 4,8 metros de largo y con una anchura más que generosa. La contundente respuesta del motor, un bastidor excelente y una dirección rápida con un tacto realmente preciso contribuyen a esa sensación de agilidad, siempre que calculemos bien sus medidas a la hora de circular por zonas reviradas. No pudimos rodar por zonas con firmes ligeramente degradados, pues todas las carreteras estaban en bastante buen estado, pero a pesar del bajísimo perfil de los neumáticos opcionales que montaba nuestra unidad de pruebas, la sensación de comodidad era absoluta, incluso con la suspensión en su dureza máxima.

No hay cabeceos ni inclinaciones de la carrocería y todo parece mantenerse en un nivel de extrema comodidad, sea cual sea la situación. El consumo medio homologado es de unos 15 litros, pero durante nuestro recorrido directo, casi todo por autopista, de 200 kilómetros exactos y en el que no pudimos superar los 200 km/h en ninguno de los tramos en los que estaba permitido, debido al denso tráfico, el Spedd consumió la mitad de su depósito de 90 litros, es decir, unos 25 litros a los 100 sin apurar al máximo sus posibilidades.

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