Un millón de dólares en premios y la presencia de los 20 pilotos permanentes de la Formula E fue suficiente aliciente para dotar de gran repercusión a una carrera virtual disputada en Las Vegas que de lo contrario habría sido una más de las centenares de carreras que cada fin de semana se disputan con los distintos simuladores disponibles; iRacing, R-Factor, LFS, Assetto Corsa, Projetc Cars, DiRT...

Pero esta debía ser diferente. Debía ser la muestra al gran público de que los e-sport son una realidad y que las carreras son uno de sus puntos fuertes, tanto para participar, como para observar. Y la conclusión, una vez finalizado el evento, es que aun sigue quedando mucho trabajo por delante.

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Con un premio en metálico tan importante, con 20 pilotos profesionales y 10 de los mejores pilotos virtuales, el software usado no estuvo a la altura. Gráficamente deficiente, sorprendió con un sistema de impactos irrisorio, donde los pilotos tocaban continuamente el muro y podían continuar como si no fuera con ellos la cosa, algo más típico de un video juego que de un simulador, como lo era también competir sin alerón, algo que no es posible realmente por la gran pérdida de tiempo que supone.

La infografía fue inexistente, el sistema de cambio de coche ni siquiera se había trabajado y la parada en boxes en la vuelta 15 de 20 carecía de cualquier tipo de realismo si es que el intención era parecerse a la Formula E. Tampoco ayudó el ya comentado motor gráfico y la realización de las cámaras, que no transmitía sensación de velocidad ni dificultad, dando más bien la sensación de que esos vehículos podían estar pilotados por niños.

Y finalmente, el colofón, un fallo de software que condicionó la victoria, falseó el podio celebrado para horas más tardes y rodeados de fuerte polémica, aplicar una sanción a dedo de 12'' para cambiar el ganador e invalidar el podio vivido. Aquí, para no faltar a la verdad, el show tuvo grandes dosis de realismo respecto a una carrera convencional.

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Bono Huis, quién por momentos se comportó como un verdadero niño pequeño con sus caras largas y su espantada en el podio al que tardó más de 3 minuto a subir con Felix Rosenqvist esperando ya en el mismo, fue declarado ganador de la prueba y del cheque de 200.000$, al que hay que añadir 25.000$ ganados por lograr la pole position. El mencionado piloto sueco, fue el mejor entre los pilotos permanentes, estando a la altura de los pilotos que más horas acumulan sobre el simulador, quedándose con la segunda posición y con un premio en metálico de 100.000$.

Olli Pahkala, quien cruzó meta en primera posición, cayó hasta el tercer puesto tras la sanción de 12'', por lo que pudo adjudicarse un buen premio en metálico de 50.000$, lejos eso sí de los 200.000$ que le pertenecieron por momentos. La organización decidió sancionarle por haber tenido durante más tiempo del posible la potencia extra del “fan boost”, algo que el piloto no debería haber tenido y que tiene su origen en un fallo de software que pone en duda de si es el piloto el que realmente debía haber sido sancionado.

En un episodio similar en Formula 1, varios pilotos gozaron de DRS cuando no les correspondía, siendo un fallo del sistema. Tras la investigación se concluyó que no se podía culpar al piloto por un fallo del que ni él ni el equipo eran responsables, sino que correspondía a la organización, al igual que en esta ocasión, que sin embargo si tuvo sanción para el piloto.

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Sin podio quedaron Enzo Bonito, Aleksi Uusi-Jaakola y Greger Huttu, quienes ocuparon del cuarto al sexto puesto respectivamente, siendo el resto de posiciones del top10 ocupadas por pilotos profesionales. Pechito López le ganó la partida a Sam Bird mientras Daniel Abt se impuso a Nelson Piquet. El abultado premio en metálico así como un suculento premio de consolación llenaron de valor a algunos pilotos virtuales que se acabó traduciendo en un desproporcionado accidente entre Aleksi Uusi, David Greco y Graham Carroll.

Sin duda, el evento de Las Vegas marcará un antes y un después en los e-sports del mundo del motor, pero se debería ser precavido y trabajar en los detalles para eliminar la sensación del “todo vale” y sobre todo, para que la carrera no se resuelva en los despachos horas después del final, algo que precisamente los aficionados detestan de las carreras convencionales.