La vida es injusta. La Fórmula 1 es injusta. Disculpen que inicie este artículo con dos lugares comunes, recurso del impenitente periodista sin ideas. Esta vez, sin embargo, no tengo alternativa. Es algo buscado.

Conozco a Carmen Jordá desde hace años, más de diez. Ella disputaba la Master Junior Fórmula, fantástico invento con insuficiente resultado de don Emilio de Villota. Yo era el hombre de los comunicados de prensa en el equipo GTA Motor de Fórmula 3 española, al que nunca agradeceré lo suficiente lo mucho que me enseñó de cómo son las carreras. El caso es que, por arte de Jesús Pareja, estas categorías corrían juntas. Carmen era chica, jovencísima y con un padre veterano del karting. Sus resultados no eran brillantes, pero superaban con mucho el nivel de los comentarios que, box detrás de box, flotaban hediondos para describirla deportivamente. Prefiero no reproducirlos aquí, pero me parecieron profundamente injustos. Entonces, cuando las noticias pasaban todavía más lejos de mi pluma, pensaba así. Y hoy, cuando he conocido a varios mecánicos e ingenieros que trabajaron con ella en aquellos 2005 y 2006, cuando me han relatado detalles técnicos de su pilotaje de entonces, me lo parecen igual o más.

Sus resultados no eran brillantes, pero superaban con mucho el nivel de los comentarios que, box detrás de box, flotaban hediondos para describirla deportivamente

El sambenito lo ha llevado colgado desde entonces. También lo portaba en la presentación de la temporada 2009 de GTA Motor, a la que Carmen concurrió como piloto de F3 y yo como periodista del medio que publica estas líneas. Los motivos de la verborrea siempre fueron dos, y muy claros: primero, que el rendimiento deportivo de Carmen era inferior o teóricamente inferior al de mi interlocutor –o hijo, o sobrino, o representado, o amigo de mi interlocutor–. Y segundo, que siendo mujer había tenido muchas más facilidades para llegar adonde estaba, inmerecidamente. Sobre la importancia de ser el más rápido hablaremos más tarde, pero sobre las facilidades para escalar en las carreras por el mero hecho de ser mujer, que Marta García no cuente con un programa claro y definido de competición para la temporada 2016 basta para desmontarlo por completo. Porque Marta, además de ser chica, es velocísima.

La irrupción de las redes sociales en Internet –de las que yo soy usuario y defensor, por su mágica capacidad de proyectar el interior de las personas que las usan– intensificó el volumen de la crítica. El discurso anti-Carmen empezó a sonar más, pero les aseguro que no con peor tono: sólo pasó a ser público y proveniente de más puntos. No es algo que le haya pasado sólo a Carmen; la inercia en el vituperio –que a veces alcanza tintes de lapidación– es hoy habitual en las redes sociales, como lo fue y todavía es en los corrillos del paddock y también en cualquier cena de amigotes.

Sus actuaciones en la GP3, donde ha disputado más carreras que ninguna otra mujer, le añadieron notoriedad y críticas descarnadas. Particularmente, me parece que sus tiempos nunca estuvieron a la altura de los buenos pilotos de la categoría. De hecho, estuvieron muy lejos, y son afirmaciones que refrendaron –sin chanza ni burla, eso sí– un buen puñado de respetables ingenieros y mecánicos. No tengo problemas en admitirlo. No soy ningún 'groupie' de Carmen, ni de nadie. Tampoco me cuesta decir que los cronos de otros pilotos fueron casi igual de lentos, y éstos no llevaban a sus espaldas centenares de tuits difamatorios.

LOS INGREDIENTES DEL PILOTO

Siempre me llamó la atención, y no se ha escrito mucho sobre esto, la entereza de Carmen al término de una carrera en la que había sido bastante más lenta que el penúltimo clasificado. Y desengáñense, eso de que participar es lo que cuenta… es mentira. En las carreras, si no ganas o luchas por ganar, eres un perdedor. Y así te mira todo el mundo, con esa jerarquía y esa gesticulación animal que se respira en el paddock igual que en la sabana africana más retratada por National Geographic. Así pues, Carmen Jordá, por el mero hecho de permanecer en la parrilla, de aguantar el tirón, merece cierto reconocimiento. Ha sabido sobrevivir en la selva.

Muchos pilotos fueron, en algún momento, uno de los 24 mejores del mundo, pero no corrieron un solo Gran Premio, y no por ello la Fórmula 1 pierde su valor deportivo, su épica y su historia

Los puristas dirán que para ser piloto, para aspirar a la Fórmula 1, tienes que ser uno de los 22 mejores pilotos del mundo. Esa idea inmaculada, prístina como sólo pueden ser las verdades fundamentales sobre las que construimos nuestra vida, es cierta en esencia. La realidad, sin embargo, con sus abundantes matices, su infinita escala de grises, es muy distinta: ¿Cuántos Fernando Alonso en potencia habrán nacido en el continente africano desde que hay Fórmula 1? ¿Cuántos nacieron naturalmente dotados para la conducción? Es una cuestión estadística. Muchos de ellos serían de corazón valiente y constitución perfecta, ha tenido que ser así. Y bien, ¿cuántos de ellos murieron de inanición? Es un caso extremo, pero estadísticamente real. Volvamos a los circuitos: ¿por qué no corre en F1 Robin Frijns? ¿Por qué no llegó Enrique Mansilla? ¿Por qué no David Bosch? Estoy convencido de que ellos, o muchos otros que sería prolijo nombrar aquí, en algún momento fueron uno de los 24 mejores pilotos del mundo, pero lo cierto es que no corrieron un solo Gran Premio, y no por ello la Fórmula 1 pierde su valor deportivo, su épica, su historia. Los maletines para correr no son cosa de esta década. Durante años, los pilotos tuvieron que comprar sus coches para correr, o no corrían.

Así, ¿por qué Carmen Jordá debería abandonar su empeño por llegar a la Fórmula 1? Digo más: ¿fue mi admirada María de Villota uno de los mejores 20 pilotos del mundo? ¡Y qué me importa a mí! Una y otra han consagrado su vida al automovilismo, en un ambiente hostil, persiguiendo una gloria que nunca llega. No sé si eso merece titulares y portadas, quizá todo depende de cómo se cuente la historia.

Lo que seguro que no merece es el insulto, el vapuleo ni el desprecio de sus compañeros de profesión. Mucho menos que lo hagan con el estandarte de la justicia, porque la saña con Carmen Jordá no se debe a su lentitud como piloto. ¿Cuánto más lento que tú tiene que ser un piloto para empezar a denostarlo? ¿Dónde está la línea? No es un problema de velocidad. Tampoco considero que las críticas más feroces a Carmen Jordá se deban a su condición de mujer. Sería muy reduccionista pensar eso. Suena mucho más probable que sus habilidades de marketing –magnificadas, desde luego, por ser mujer– y de negociación sean la diana de estos insultos.

Muchos de los pilotos que la han atacado simplemente envidian que Carmen, sin ser más rápida que ellos, haya llegado a un equipo de Fórmula 1 donde han visto en ella una mujer disciplinada, trabajadora, constante, con una buena imagen, capaz de conducir muy rápido un coche de carreras y también de desarrollar tareas de promoción del equipo. Negar que cualquiera de estas cualidades es importante para llegar a la Fórmula 1, afirmar que la velocidad lo es todo, sería simplemente absurdo. Tan absurdo como decir que ser rico no ayuda a llegar a la Fórmula 1. ¿O es que Marco Sorensen no lo hubiera tenido más fácil para subirse a un Renault de Fórmula 1 si hubiera aportado 7 millones de euros a la causa? Él mismo lamenta que no los consiguió. Pero lo intentó. Comprende la rueda del automovilismo deportivo, participa de ella. Por eso, las declaraciones que este piloto danés ha emitido al tabloide de su país Ekstra Bladet son tan hipócritas. Por eso le desacreditan como persona, más que como piloto.

Muchos de los pilotos que la han atacado simplemente envidian que Carmen Jordá, sin ser más rápida que ellos, haya llegado a un equipo de Fórmula 1

DESMONTANDO A SORENSEN

Quien escribe estas líneas ha tratado muy poco a Marco Sorensen, aunque he narrado y comentado carreras suyas en GP2 y en el Mundial de Resistencia. Lo he visto en Le Mans en 2015 y en muchas más ocasiones en la carpa de los teloneros de la F1 o en el paddock de la World Series, hace un par de años. Pero nunca hemos trabado conversación y, después de las palabras publicadas hoy mismo, dudo que lo hagamos en el futuro.

CarandDriverTheF1.com ha sido uno de los medios que ha dado difusión a sus polémicas palabras sobre Carmen Jordá en el día de hoy. Hemos considerado que un ganador de una carrera de GP2 y varias de World Series merece ese crédito, que se le escuche. Sus acusaciones son importantes y nadie con su palmarés debería hacer este tipo de declaraciones si no son ciertas. Dos frases destacan sobre el resto: "Era 12 segundos más lenta que yo en el simulador, pero se llevaba todos los halagos. La verdad es que me llegué a sentir violado porque fue demasiado y tuve que parar".

Sobre la primera de sus sentencias, es simplemente infantil considerar que alguien con la experiencia de Carmen puede ser ¡12 segundos! más lenta que otro piloto en un simulador de F1, salvo que medie náusea –el llamado 'síndrome del simulador' que sufrieron pilotos como el mismísimo Michael Schumacher– o las condiciones de pista simuladas sean completamente distintas.

Consultadas fuentes dentro de la escudería de Enstone, hemos podido confirmar que los tiempos de Carmen estaban aproximadamente a un segundo de los mejores registros de Romain Grosjean, en ocasiones por debajo de esas marcas. La misma fuente nos ha revelado que este periodista podría rodar a 12 segundos de Marco Sorensen en una de las primeras cinco vueltas que completara con el simulador y, lo que es más, que el piloto danés rara vez ha pisado Enstone en 2015. La propia Carmen nos explicó el año pasado que en su trabajo de simulación pudo comparar sus telemetrías con las de todos los demás pilotos que lo probaron, y que éstos fueron Romain Grosjean, Pastor Maldonado, Jolyon Palmer y Adderly Fong. De este último, los críticos más ácidos podrían haber destacado día tras día que se disputaba las últimas posiciones de la GP3 con Carmen, pero nadie o casi nadie ha perdido su tiempo en difamar al adinerado piloto de Hong Kong nacido en Canadá. Pues sí, este señor también ha sido piloto de desarrollo en Lotus, y no por ello han temblado los cimientos del Gran Circo.

Este periodista podría rodar a 12 segundos de Marco Sorensen en una de las primeras cinco vueltas que completara con el simulador

El que no estuvo, decíamos, fue Sorensen. El danés trabajó con el simulador de Lotus durante la temporada 2014 –quizá comparaba sus cronos con los de Carmen con el GP3–, pero distintos miembros del equipo nos han confirmado que no lo vieron por Enstone en todo 2015, en coherencia con lo descubierto en el párrafo anterior. Y qué decir de las 60 jornadas que según sus propias declaraciones pasó en el simulador. Daniel Juncadella o la propia Carmen Jordá han sido pilotos de simulador patrios en la pasada temporada, y ambos han superado por poco los 20 días. Un programa de 60 días es poco menos que increíble, máxime cuando otros cuatro pilotos tienen que encajar sus agendas durante el año en esas instalaciones.

Por último, un comentario sobre la segunda frase de Sorensen, en la que afirma haberse sentido "violado", por la falta de "halagos". Lo único que demuestra con estas palabras es su mermada autoestima, su explosión de rabia, su descomposición como piloto y persona. Esto es algo sorprendentemente común en los paddocks de medio mundo, donde la fortaleza, la capacidad de supervivencia, el tesón de cada individuo están en constante examen.

Muchos pilotos han confesado que no pueden acercarse a los circuitos ni siquiera en las pruebas invernales de la Fórmula 1 porque les supera la sensación de saber que no van a subirse nunca a un coche de la categoría reina. Otros simplemente dicen que se aburren. A Carmen, sin embargo, la veremos en Barcelona para la segunda semana de pruebas. Una prueba más de que para llegar a la F1 no sólo hay que ser muy rápido en un circuito.

Sorensen podría haber lanzado su ataque contra Jordá como lo hace el niño perdedor con su pataleta, incapaz aún de controlar sus instintos. Podría ser simplemente envidia. Pero también podría ser una elaborada estrategia por la que atacando al eslabón débil –o debilitado– de la cadena trófica de las carreras, a la mujer no tan rápida y con miles de trolls a sus espaldas, su figura emerja como uno de esos falsos justicieros que pregona una nueva Fórmula 1 ecuánime después de que su campaña por entrar en la parrilla a golpe de talonario –a golpe de palmarés resulta imposible– haya resultado infructuosa.

Marco Sorensen, usted es consciente de que las carreras y la vida misma son injustas. No tanto con usted, porque correr en el Mundial de Resistencia como piloto de Aston Martin es un oficio digno, digno incluso de admiración. Sus comentarios, sin embargo, son indignos de un piloto y de una persona de honor. Si alguien ha violado algo, es usted.