No hay excusas para justificarse ante la derrota; no hay crítica aceptable contra el mejor; no hay vuelta de tuerca ni tuerca floja cuando se habla de la perfección; nadie gana de casualidad en Fórmula 1. Si así fuera, a este deporte le sobraría el 1. 2011 no ha sido una temporada aburrida; ha sido una lección capítulo a capítulo sobre cómo hacer un buen trabajo. ¿Cómo puede eso aburrir? Sí: todos queremos igualdad y luchas, pero un trabajo bien hecho desde el principio merece más ovación que la mediocridad recompensada sin alternativa.

HUNGRÍA DA ESPECTÁCULO
Hungría representaba la tercera carrera consecutiva con incertidumbre meteorológica. La lluvia empapó el asfalto instantes antes de la prueba, aunque parecía dar una tregua cuando los semáforos se apagaron. Sin embargo, el trabajo de los radares y los meteorólogos fue intensivo hasta que cayó la bandera de cuadros. La primera posición de Sebastian Vettel en la parrilla se iba a diluir pronto tras darse la salida: los dos McLaren se enzarzaban en un precioso duelo que acabó ganando momentáneamente Hamilton.

El Ferrari de Alonso cabeceaba en exceso tras intentar un interior muy arriesgado y caía al sexto lugar, mientras Webber se diluía con la lluvia, las derrapadas y las pérdidas de posición hasta el octavo puesto. Y es que no era fácil mantener el control sobre un asfalto tan resbaladizo por el agua en una pista tan técnica como Hungaroring, donde si bien los adelantamientos normalmente brillan por su ausencia, esta vez el líquido elemento iba a propiciar luchas muy bonitas y una carrera bastante animada.

La lucha de Alonso con Schumacher fue preciosa; la experiencia del español en una pista en la que ha firmado grandes adelantamientos pudo sobre el heptacampeón alemán, con trazadas alternativas casi imposibles, desafiando la delicada adherencia de la superficie húngara. La atención se centró más adelante en la presión que Hamilton ejercía sin contemplación sobre el aparentemente imbatible Sebastian Vettel. El McLaren intentaba meterse por todos lados, como una fiera desbocada tratando de morder a su presa que, estoicamente, resistía herida en cabeza. Un duelo precioso entre dos grandes pilotos derrapando de manera controlada, aprovechando las difíciles condiciones de la pista para realizar maniobras imposibles sobre seco; maestros del volante y del acelerador; una delicia para el público.

Finalmente, Vettel cometió un pequeño error al salirse ligeramente de la pista (en el mismo lugar donde Alonso también se salió), y cedió su posición a Lewis. Estaba claro que Vettel no estaba cómodo con sus ruedas: "Sufrí con los intermedios", aseguró. "Intenté mantener a Lewis por detrás, pero lo importante era alejarme del pelotón". Y, en parte, lo logró: aunque la estrategia pudo ser mejor, RBR logró resarcirse en boxes mejorando el monoplaza en las paradas: "Cambié algo del coche en la segunda parada y fui mejor".

Cuando parecía que Hamilton iba a firmar una victoria necesaria para su moral, el inglés volvió a las andadas: realizó un trompo en la salida de la chicane y, al regresar al asfalto, los comisarios consideraron que realizó una maniobra peligrosa (obligó a un Force India a salirse de la pista para evitar el choque). La salida de la pista y la consecuente penalización le mandaban muy lejos del podio, aunque tras varios preciosos adelantamientos pudo subir al cuarto lugar. Tercero terminaba Fernando Alonso, demostrando que Ferrari parecía tener más consistencia en carrera que en los entrenamientos. Jenson Button, finalmente, firmó así otra inteligente victoria bien merecida bajo condiciones cambiantes y muy complejas, sin perder nunca los nervios y demostrando su sangre fría. Tendría su pequeña recompensa a final del año.

SPA VUELVE A BRILLAR
El resbalón de Vettel en Hungría no tenía consecuencias en la general: seguía siendo el líder y estaba claro que algo muy extraño tenía que ocurrir para que tarde o temprano no se coronara campeón mundial por segunda vez consecutiva. La inconsistencia de Felipe Massa, un Mark Webber que no acababa de encontrar el norte, el insuficiente Ferrari de Alonso, los errores y accidentes de Lewis Hamilton y un MP4-26 por debajo de las expectativas de Jenson Button no eran suficientes para acabar con el monopolio de RBR y Vettel.

Bélgica es bella en sí misma, haya o no lucha en el Campeonato, haya o no adelantamientos, haya o no duelos, haya o no emoción en la pista: ver a los bólidos adentrarse en el inhóspito valle verde de magnificencia natural por carreteras y curvas sugerentes, zigzagueantes y endiabladamente veloces es suficiente recompensa. Pero, aun así, los chicos dieron un buen espectáculo deportivo: mientras Mark Webber continuaba su tradicional mala racha en las salidas (perdiendo varias posiciones), Nico Rosberg se colaba en cabeza de forma imprevista. Un choque entre los pilotos del pelotón a punto estuvo de terminar con la carrera de Alonso (que tuvo una muy mala clasificatoria en la que quedó octavo), pero el español pudo continuar.

Rosberg apostó por su utopía en la larga recta de Kemmel con un adelantamiento precioso. Pero la alegría del de Mcercedes duró justo lo que tardaron las estrategias en salir a relucir. El adelantamiento de Alonso a Hamilton en la segunda vuelta (sin alerón móvil) puso de manifiesto el hambre que padecían en Maranello. De hecho Alonso se comería a Massa y a Rosberg vueltas después. Quien no tenía tanta suerte era Hamilton, que una vez más chocó contra un piloto (Kobayashi esta vez) y abandonaría. El inglés de McLaren negó ser el responsable del incidente en un primer momento, pero tuvo que admitir su culpa tras ver las repeticiones: "No sabía que estaba a mi lado; creí que ya le había sobrepasado y no estaba ahí". Mientras, su compañero de equipo subía al podio y le sobrepasaba en el campeonato mundial. Al frente, Vettel sin problemas, una vez más. En sus ojos se vislumbraba claramente el brillo de quien se sabe campeón pero trata de mantener la calma. Poco más tendría que aguantar.

MONZA SE CONSUELA CON ALONSO
No había nada que hacer. El campeonato discurría y nada podía por Red Bull; nada podía con Sebastian Vettel. No cabían excusas, ni tranquilidad, ni promesas… McLaren, Ferrari, Mercedes… Estaban perdiendo. Les costaba decirlo, pero estaban perdiendo. Aseguraban luchar hasta el final, y afortunadamente para el público así lo hicieron, pero lo cierto era que el RB7 era poco menos que un avión con ruedas. Y nadie más aprendía a volar.

El mítico trazado de Monza veía a un público entregado con Fernando Alonso, capaz de regalar joyas como su arrancada por el césped, subiendo desde la cuarta posición de la parrilla hasta la primera en la chicane de final de recta. Una primera posición que poco iba a aguantar: Vettel realizó una de las maniobras más espectaculares al trazar por el exterior de la Curva Grande, pisando la tierra ante la agresiva defensa del español, y colándose en la Roggia en la primera posición. Peor lo tenía el otro Ferrari: Massa se tocó con Webber e hipotecó cualquier buen resultado en casa. La polémica del día fue la (para algunos) ilegal forma de defenderse de Michael Schumacher ante un Lewis Hamilton muy rápido. El alemán cerró sin contemplaciones, cambiando constantemente de trayectoria, hasta llevar al de McLaren a la tierra en varias ocasiones.

Una vez más, Button fue aprovechando las desventuras de su compañero para ir colándose en cabeza; esta vez terminó segundo, por detrás de Vettel y por delante de un Alonso que hacía las veces de premio de consolación para un público rojo que se estaba acostumbrando a las decepciones.

VETTEL LO CONSIGUE
La racha de Vettel continuó hasta el final del campeonato. Ganó en Singapur su tercera carrera consecutiva. Nadie hacía apuestas sobre quién ganaría el Mundial, sino cuándo lo haría Vettel. Hamilton y Massa volvieron a tocarse en las nocturnas calles de Singapur tras un polémico mensaje desde boxes que rezaba "destruye su carrera", en referencia a Lewis Hamilton. El toque no le impidió llegar quinto al de McLaren, mientras que Massa caía al noveno lugar por un pinchazo.

Fernando, por primera vez en este circuito, se quedaba fuera del podio. Quince días más tarde, en la pista japonesa de Suzuka, la primera posición de Vettel en la parrilla auguraba un final feliz para el de RBR: lograría su bicampeonato mundial. Un bicampeonato anunciado desde la primera carrera y logrado a base del esfuerzo y el trabajo de un equipo completo de deportistas, mecánicos, ingenieros, estrategas… Pero, sobre todo, de grandes profesionales.

La victoria de Jenson Button y la segunda posición de Alonso fueron casi una anécdota en la prensa ante la alegría del joven alemán recién coronado. El devastado país que sufrió terribles desastres naturales (agravados por otros nucleares) recibió el calor, el apoyo y el cariño de la Fórmula 1. Todos se volcaron con Suzuka y sus gentes. La carrera, marcada por la estrategia, volvió a presencia otro toque entre Hamilton y Massa, cuando el inglés se cerró sobre el brasileño en la chicane Casio. Aunque Jenson subió a lo alto del podio, todos los fotógrafos querían ver la sonrisa de Vettel, quien recibió las primeras felicitaciones de su jefe de escudería, Christian Horner, por la radio: "Eres el campeón del mundo de 2011. ¡Bien hecho!" Pero la temporada aún no había acabado.

TODO TERMINA COMO EMPEZÓ
Aunque en realidad para muchos sí había acabado: la decisión del título mundial de pilotos tan precozmente restó interés mediático. Aún quedaban cuatro carreras, y sólo el subcampeonato de pilotos y un más que decidido de constructores estaba en el aire. Muy pocos atractivos para la audiencia. Y que Vettel volviera a ganar en Corea (dando finalmente el Mundial a su equipo) tampoco ayudó.

Para colmo, la India estrenaba su circuito y su presencia en Fórmula 1 con otra victoria de Vettel, cuyos triunfos dolían como puñetazos en las caras de los rivales. Estaba decidido a romper todos los récords y no perdonaba una. Las dos últimas carreras de Abu Dabi y Brasil fueron sólo un trámite en el que Jenson afianzo un subcampeonato al que Alonso casi no pudo finalmente optar por la poca competitividad de su monoplaza. La salida de pista de Vettel en la primera vuelta de Abu Dabi fue de las pocas veces que vimos al alemán fuera de la pista. De hecho, fue su primer y único abandono del año. Y aun así (aun habiendo ganado el mundial por segundo año consecutivo, aun destrozando récords…), el de RBR estaba triste por bajarse andando de su monoplaza antes de ver la bandera de cuadros; así es su hambre de velocidad. Todo un campeón. El abandono de Vettel le permitió a Hamilton lograr su tercera victoria del año, que no le vino mal para olvidarse de su último y enésimo incidente con Massa, en La India.

La última carrera del año, en el trazado José Carlos Pace de Brasil, fue la despedida de un año marcado por la aerodinámica y las estrategias de los neumáticos. Un año récord cargado de adelantamientos gracias al alerón móvil y a los Pirelli; pero los adelantamientos parecieron perder valor al consistir (en muchas ocasiones) en la recuperación de los puestos 'naturales' de los coches competitivos barajados por las estrategias de boxes. Mark Webber se hizo con la victoria en Brasil, escoltado por su compañero de equipo, que tuvo que cederle la cabeza de la carrera tras un mensaje de boxes que le advertía de problemas mecánicos. Casualidad o no, Webber logró así su primera y única victoria del año en la última carrera del mundial 2011.

UNA DROGA DE DISEÑO
Dentro de mucho tiempo alguien comprobará rutinariamente la tabla clasificatoria de 2011 y se dará cuenta de que sólo hubo cinco ganadores diferentes en todo el año, y que sólo siete pilotos diferentes pisaron los podios. "¡Qué temporada más aburrida!", pensará. Y quizá lo fue; pero nadie podrá nunca sentir lo que nosotros hemos sentido viviéndola día a día, y seguro que ninguno de nosotros nos arrepentimos de haberla vivido.

Quizá no hubo la emoción de 2007 o 2008; quizá no ha sido un mundial tan apretado ni polémico como los que disputaron Alain Prost y Ayrton Senna en 1989 o 1990. Pero 2011 es la Fórmula 1 del siglo XXI en estado puro: diferente, extraña, con su propia polémica, con sus contradicciones, con su intrahistoria, con sus detractores, con sus aspectos negativos, pero también con muchos positivos… Y sea como fuere, año tras año, cambio tras cambio, gane quien gane y sea como sea como triunfe, aquí seguimos: hablando, escribiendo, debatiendo y disfrutando de la Fórmula 1. Eso sí que no ha cambiado… en muchos años. Y es que algo tendrá esta especie de droga de diseño que atraviesa fronteras, culturas y viaja medio mundo para inyectar de pasión a millones de corazones iguales pero diferentes.