Fernando Alonso volvió a mostrar su lado más tenaz y luchador en el Gran Premio de Azerbaiyán. Con un McLaren que estaba para abandonar, el piloto español llegó a la calle de boxes renqueando. Sus dos ruedas derechas se había esfumado a causa del toque con Sergey Sirotkin en la primera vuelta. El asturiano tuvo que emprender un complicado viaje de regreso al box para no retirarse de la carrera; algo que hubiese sido lo más sencillo y que, en palabras de propio Alonso “nadie hubiese llegado al pit lane o hubiesen aparcado el coche”.

La entrada en boxes fue complicadísima. El MCL33 llegó a rozar el muro al apenas poder girar, y colocar el coche en el cajón de boxes fue toda una odisea. Sin embargo, la persistencia del español y del equipo permitió reengancharse a la carrera, con un coche herido, pero capaz de aprovechar las oportunidades para conseguir un meritorio séptimo puesto.

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El valor del resultado es si cabe mayor al tener en cuenta que el suelo del McLaren estaba dañado desde la vuelta uno, lo que reporta un significante cambio en el comportamiento aerodinámico del monoplaza. “El suelo del coche tiene un agujero en la parte delantera de unos 35 centímetros”, aseguraba el periodista Carlos Miquel en Tiempo de Juego. Ese coche iba perdiendo 1 segundo y 1.3 por vuelta. También todos los deflectores de los bujes de las ruedas estaban totalmente rotos”.

El piloto asturiano reveló que la carrera de Bakú había sido “la mejor de su vida”. No es para menos. El McLaren llegaba a Bakú con mucha dudas. El drag y carga aerodinámica del chasis británico es una de los principales problemas para el equipo en el inicio de temporada. La errónea dirección en el diseño del coche se cobró su primera cabeza a pocas horas de dar inicio el fin de semana, con la destitución del ya es director técnico Tim Goss. Teniendo en cuenta estas debilidades iniciales, resulta más increíble aun que el piloto español pudiese terminar dentro de los puntos; dejando a un lado los abandonos. Su compañero Stoffel Vandoorne terminó noveno.