Haas se plantó en la temporada 2018 en plena polémica por el parecido de su vehículo con el de Ferrari. Con el sobrenombre de ‘Ferrari B’, el equipo norteamericano llegó a Australia con un gran potencial, siendo el equipo más rápido al margen de los tres intocables.

Aquella prueba que iba para acabar con nota alta, finalizó con un doble abandono por un fallo en la fijación de las tuercas que no habían sido capaces de detectar con anterioridad, al no hacer las suficientes prácticas de cambio de neumáticos. En siguientes pruebas, Magnussen mostró cierta solidez, no así Grosjean, con problemas de puesta a punto.

El comienzo de temporada del piloto francés ya dejaba mucho que desear, siendo además totalmente opuesto de lo que había realizado en los años anteriores. Pero Romain se había ganado cierto margen de error, por lo que todo continuó con normalidad, esperando que recuperase su nivel mientras el equipo seguía perdiendo oportunidades.

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La tendencia no varió y en Bakú cometió uno de esos errores difícilmente comprensibles con los que Grosjean nos ha deleitado a lo largo de su carrera deportiva; sufrir un trompo tras el coche de seguridad y acabar contra el muro. Un error relativamente entendible en manos de un piloto como Leclerc o Sirotkin, pero no en alguien con la experiencia del francés.

Mala racha unido a un gran error. Suficiente para que un gran número de responsables de equipos hubieran puesto el grito en el cielo, amenazado con bajar al protagonista, o alimentar rumores sobre llegada de jóvenes talentos. Pero no en Haas. Así lo decidió Günther Steiner, que seguía apoyando públicamente a sus pilotos pese a los fallos. El mismo que se mostró totalmente intransigente a la hora de decidir su alineación de pilotos, descartando cualquier interferencia de Ferrari, descartando a Giovinazzi, descartando a Leclerc.

En el Gran Premio de España, Grosjean no solo cometió un error en la primera vuelta, sino que intentó arreglarlo lo más rápido posible despreciando la integridad del resto de rivales. La FIA decidió sancionarle de la forma más baja posible, pero suficiente para que a Steiner le diera un ataque de orgullo y alabase a su piloto al tiempo que criticaba este tipo de sanciones, como si de una caza de bruja se mandase.

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Cierto es que en Mónaco y en Canadá, el Haas dejó mucho que desear en rendimiento, pero en Paul Ricard se volvió a mostrar muy competitivo. Pero sí lo eran en Francia, donde de forma incomprensible Grosjean impacto en plena recta contra Esteban Ocon, por la que fue levemente sancionado, eliminando sus opciones en carrera.

Ocho carreras sin puntuar, y Steiner continuaba en su línea, por lo que no queda más remedio que preguntarse en este punto quién tiene la culpa, si el piloto, por su mal rendimiento, o el encargado de gestionar el equipo, por no poner ningún tipo de solución al problema.

En Austria, Haas consiguió un resultado histórico, lo que fue aprovechado por Steiner para sacar pecho, pero solo una semana después, Grosjean volvió a las andadas, defendiendo más allá de lo lógico e impactando contra Sainz, acabando ambos fuera de carrear. Aunque lo realmente grave ocurrió en la primera vuelta, cuando los pilotos de Haas, estando en una posición envidiable, chocaron entre ellos, perdiendo gran parte de sus opciones de carrera.

Solo tras este escenario, con una sola carrera puntuada de diez oportunidades, siete de veinte añadiendo a Magnussen, solo mejorando el ratio carrera en los puntos de Williams y Toro Rosso, Steiner ha comenzado a criticar, de forma muy leve, la actitud de Romain. Por lo que de nuevo, solo queda preguntarse, ¿culpa de los pilotos, o del gestor?