Para qué engañarnos, la carrera del GP de Alemania de 2016 dejó mucho que desear. Como tantas otras veces, la prueba de Hockenheim se definió literalmente en los primeros 200 metros de una carrera de más de 300 kilómetros. Suena un poco patético la verdad.

Todo lo que podíamos haber pensado de la lucha de los Mercedes, la pelea entre los Red Bull y los Ferrari... El sueño de los Force India y el podio, o la remontada de los Toro Rosso hasta la zona de puntos, o quién sabe, quizá otra actuación épica de los Manor.

Digamos, todo lo que un espectador de Fórmula 1 actual se puede imaginar antes de una carrera, y que en Alemania, otra vez más, volvió a ver como todas sus esperanzas fueron bruscamente destruidas por el martillo de Lewis Hamilton.

La superioridad del británico junto a su máquina es de las mejores duplas de la historia, sin lugar a dudas. Ya no es solo que gane, ni que gane fácil, sino que además de eso ridiculiza a sus rivales: intenta ir lo más lento que puede para guardar el motor para el futuro, o para que su compañero de equipo pierda posiciones, etc...

Mucho me temo que ha llegado ese momento del año, que justo como hice en esta altura de 2015, me dirijo tristemente a Nico Rosberg y le invito a reflexionar. Es decir, mi punto es que Rosberg es piloto de Fórmula 1, lo cual es el sueño de millones de niños en el mundo y muy probablemente el que fue el sueño de todos los que estamos hoy aquí presentes.

No solo ha sido un afortunado por cumplir el sueño de todos nosotros, sino que ha podido pilotar en los mejores equipos de la historia, y además tiene un coche que le permite luchar por Poles, conseguir victorias, marcar vueltas rápidas y hacerse así un hueco en la historia del deporte que representa mayor espectáculo del mundo.

Es decir, Rosberg es un afortunado entre los afortunados. Además de ello, cobra un sueldo que roza los veinte millones de euros por temporada, así que aparte de cumplir el sueño de nuestras vidas y ser un afortunado en ello, tiene la vida resuelta: la suya, la de su hijo, la de su nieto, y quién sabe cuántas generaciones más.

Es por ello que Rosberg no debería ponerse triste cuando Hamilton gana, porque decir que el británico no ganará el Mundial esta temporada es soñar simplemente. Ya lo dije en la pretemporada: solo Hamilton puede quitarle el título de 2016 a Hamilton.

Así que es tiempo para Rosberg y para todos nosotros de dejar de frustrarnos porque siempre gane el mismo, sino que debemos disfrutar lo gran deportista que es y simplemente centrarnos en otras peleas en la parrilla con la esperanza de que en 2017 cambien las cosas. Es duro, pero esta es nuestra realidad hoy en día.

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La carrera fue sumamente estática que vemos en la foto superior una imagen superior de la curva dos en la primera vuelta de 67 que tuvo la carrera, y vemos a los nueve primeros pilotos pasar por esa zona y cómo al final de carrera, lo hicieron prácticamente en el mismo orden.

Es un poco triste que hayamos pasado hoy dos horas delante de la carrera para que en la vuelta uno ya supiéramos el resultado. Y esto ha pasado ya anteriormente. Ya no es cuestión del circuito, porque ha pasado en trazados donde es difícil adelantar como Hungría o todo lo contrario, como aquí en Hockenheim.

La solución para brindar algo más -o algo en definitiva- de espectáculo al espectador quizá pasa por fijarse en otras categorías. Si no han visto la carrera del sábado de GP2 de este fin de semana en Alemania, no duden en verla repetida.

La GP2 es una categoría donde sabes que te vas a encontrar una carrera llena de acción y que si gana el piloto que salía 15º en Mónaco, tampoco es una gran sorpresa, dado que está asegurada la acción. Siempre. Curiosamente, es el caso contrario a la Fórmula 1 actual.

Quizá el paso para el Gran Circo es matar el Campeonato de constructores y hacer que todos los monoplazas sean iguales, como en GP2... Aunque eso ya es profundizar demasiado. No sé cuál es la solución, pero definitivamente la Fórmula 1 debe encontrar una. Básicamente, para que el espectador no se sienta burlado al presenciar un Gran Premio.