La jornada de sábado en China tuvo un inicio de pesadilla para Daniel Ricciardo. El piloto australiano fue el protagonista de una espectacular rotura de motor durante la tercera sesión de entrenamientos libres, un problema que le obligó a detener el monoplaza en el sector final del circuito y puso en duda su participación en la sesión clasificatoria debido a la magnitud de la incidencia.

Red Bull localizó rápidamente el origen del problema que generó la rotura, un fallo en el turbo. Los mecánicos trataron de reparar el motor en un primer momento, pero no contaban con el tiempo necesario para tener listo el monoplaza antes de la clasificación. Por esta razón, la escudería austriaca decidió reemplazar por completo la unidad de potencia para analizar más adelante qué piezas pueden salvarse del propulsor averiado.

Los minutos de la Q1 pasaban y los mecánicos seguían trabajando en el coche de Ricciardo. Finalmente, el australiano pudo salir a pista para un único intento, por lo que no había margen de error para salvar la papeleta de pasar a la siguiente ronda clasificatoria. A Ricciardo no le tembló el pulso y una vuelta fue suficiente para que pudiera sobrepasar el corte y entrar a la Q2, dando al equipo unos minutos extra para seguir realizando ajustes en el bólido.

A pesar de llegar a clasificación con prisas y sin una cantidad de rodaje ideal, Ricciardo comenzará la carrera en China desde la sexta posición de la parrilla. El australiano fue apenas dos décimas más lento que Max Verstappen, una buena actuación teniendo en cuenta las dificultades con las que se ha encontrado a lo largo de la jornada. De esta manera, Ricciardo se mete en la lucha por el podio cuando parecía seguro que se vería obligado a remontar desde el fondo de la parrilla.