Puede que los aplausos estuvieran mayoritariamente reservados al tercer puesto de Fernando Alonso –los tifosi son muy fieles–, pero Sebastian Vettel no podía dejar de contemplar la marea humana que, a sus pies, parecía una infinita masa uniforme que se extendía hasta el infinito. El espectacular podio de Monza –quizá lo único que dejamos que se remodele del mítico trazado italiano sin poner demasiados peros– parece una nave espacial flotando sobre la imponente recta principal. Buena metáfora: el RB7 de Red Bull es una auténtica nave espacial que está por encima de todo y de todos. Sebastian lo sabe, y se aprovecha de ella. Pero no todo es cuestión de neumáticos y coche: sus manos son muy importantes.

El joven alemán ha librado una dura batalla contra Fernando Alonso, y ganó por méritos propios. Nadie que lleve siguiendo un mínimo de años este deporte puede preguntarse por qué a Vettel, el niño prodigio, se le escaparon algunas lágrimas mientras sonaba el himno nacional de su país. A casi todos los campeones les ha pasado en alguna ocasión. Y Vettel también tiene buenos motivos: sabe que está haciendo historia… y de la buena.

LUCHAS DE ALTA VELOCIDAD
Al igual que Spa-Francorchamps, al igual que Silverstone, al igual que Montreal… la carrera de Monza no defraudó. Quizá nos repitamos, quizá sonemos excesivamente arcaicos, pero no dejamos de disfrutar con esas 'raras avis' que son los viejos autódromos de carreras del siglo XX. Monza no iba a ser menos: las luchas a toda velocidad se sucedieron durante toda la carrera, con mayor o menor intensidad o emoción, pero al menos se trataron de batallas con el pie a fondo; adelantamientos al límite de la adherencia por pura fuerza centrífuga en 'curvones' amplios y veloces; coches rodando en paralelo durante metros y más metros sin levantar el pie del acelerador… Algo poco frecuente en los trazados de Hermann Tilke–tenemos la sospecha de que al pobre hombre le pitan los oídos cada vez que escribimos un artículo–, donde las mayores posibilidades de adelantamiento se localizan en frenadas u horquillas. Este fin de semana hemos vuelto a recordar que la Fórmula 1 es velocidad. Y, también, que la velocidad es espectáculo.

LA PRIMERA 'MELÉ' EN TRES AÑOS
La carrera comenzó con una arrancada espectacular típica de Fernando Alonso. Por el exterior, el piloto de Ferrari hacía las delicias del público alcanzando el primer lugar en una maniobra arriesgada y valiente. Impresionante. Vettel no se lo podía creer: "¿De dónde ha salido?", pensó. Los fitosi –que una vez más inundaron el circuito de pasión e ilusión– soñaban con una victoria que los más realistas sabían que era casi impensable. Por detrás, Vitantonio Liuzzi perdió el control de su HRT al pisar la hierba tratando de adelantar desde el fondo del pelotón. El coche se le descontroló y, completamente cruzado, se dirigió como una bola de bolos infrenable hacia el pelotón, en la primera chicane. El desastre dejó fuera de combate a Nico Rosberg e hipotecó las carreras de muchos pilotos. Es el primer accidente múltiple en una salida que vemos en mucho tiempo. De hecho, quizá habría que remontarse hasta el Gran Premio de España de 2008 para recordar una situación similar. Afortunadamente no hubo heridos.

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EL ADELANTAMIENTO DEL DÍA
Por delante, Vettel no quería dejar pasar la victoria de ninguna manera. Con mucho temple y una gran decisión, logró alcanzar y adelantar al Ferrari por el exterior en el 'curvón'. Fernando Alonso no quiso ponérselo nada fácil –lo reconoció en la rueda de prensa, entre risas cordiales de ambos rivales–, y obligó al de RBR a pisar la hierba sin bacilar un segundo. Una maniobra espectacular que pone los pelos de punta, digna de un auténtico genio del volante. Alonso no tuvo más remedio que aceptar la derrota.

Sebastian Vettel, ahora sí, soñaba con regalarle a su equipo la primera victoria de RBR en Monza. Una victoria bonita que desmoraliza todavía más a los rivales y sentencia un mundial que sólo es cuestión de tiempo que caiga en manos de Sebastian Vettel. El adelantamiento de éste, como el de Webber (también a Alonso) en Spa-Francorchamps, es de los que hay que guardar para siempre en el recuerdo. Sin duda, ambas maniobras podrían ser dos de las mejores vistas hasta la fecha en este campeonato. No basta sólo un coche infinitamente mejor para realizarlas: hay que tener la cabeza fría, el corazón caliente y unas manos muy ágiles y precisas. En aquel momento, Vettel encaraba la curva Biassono, a unos 280 kilómetros por hora. Sólo un piloto fuera de serie es capaz de seguir pisando a fondo con un coche, pilotado por un bicampeón mundial, echándose encima para cerrar la puerta sin contemplaciones. Vettel es ese hombre.

LA CURVA BIASSONO
Biassono es una localidad cercana a Monza de poco más de 11 mil habitantes. En realidad, parte del circuito de Monza –desde la recta principal hasta la primera Lesmo, es decir: casi un tercio de la pista– es la frontera entre Monza y el territorio de Biassono. En sus orígenes, en 1922, esta curva se llamaba Curva Grande, debido al gran radio que presentaba y su gran longitud (300 metros en total). Pero en 1927 se rebautizó como Biassono.

Sin embargo, los aficionados e incluso en los mapas oficiales se la siguió llamando Curva Grande, hasta que recientemente se adoptó definitivamente el nombre de la ciudad vecina de Monza. Es una curva muy especial, a la que se llega tras la artificial chicane de final de recta, lo que ha matado en parte su espíritu veloz. Pero sigue ofreciendo buenas dosis de adrenalina.

En 1995, el piloto de Ferrari Gerhard Berger quedó eliminado de la carrera en un incidente muy curioso: de repente, la suspensión de su 412T2 saltaba por los aires sin una causa aparente, llegando a Roggia. Sólo después de examinar el incidente con cautela se pudo saber que la cámara subjetiva de su compañero de equipo, Jean Alesi –que rodaba por delante– salió despedida e impactó contra su monoplaza.

Este domingo también saltaron chispas, pero Vettel pudo dominarlas: terminó trazando Biassono a cerca de 300 kilómetros por hora, con dos ruedas por la hierba y escupiendo tierra por detrás. En la Roggia frenó perfectamente y adelantó a Fernando Alonso de forma impecable. Sebastian se ha resarcido así de algunos errores del pasado, y ha demostrado que es capaz de adelantar a los más grandes pilotos en la pista, y sin complejos de ningún tipo.

HAMILTON Y SCHUMACHER, ESPECTÁCULO PURO
Por detrás eran Lewis Hamilton y Michael Schumacher quienes mantenían un duelo precioso. El piloto de McLaren era más rápido que el Mercedes, pero la tremenda velocidad punta en las rectas de la flecha plateada le impedía –aun con alerón trasero móvil– completar un adelantamiento que parecía finiquitado en numerosas ocasiones.

Aunque Lewis logró adelantarle, Michael se permitió el lujo de recuperarle la posición en Biassono, en una maniobra idéntica a la que Vettel le hizo a Alonso. Jenson Button –muy listo, como de costumbre– aprovechó la ocasión para adelantar a ambos en la misma vuelta. Button sigue siendo ese piloto siempre alerta para sacar tajada con su pilotaje preciso y calmado.

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SCHUMACHER NO PONE EL INTERMITENTE
Martin Whitmarsh se quejó de que Michael había sido demasiado celoso guardando la posición, e incluso ha criticado que actuó malal cerrar la puerta en demasiadas ocasiones. Pero Schumacher ha asegurado que su batalla ha sido limpia y justa. Y, ciertamente, así lo pareció: Schumacher se defendió como gato panza arriba, pero en ningún momento se le vio una maniobra antirreglamentaria. Puede que cambiara alguna vez de trayectoria, pero ajustándose al límite impuesto por el reglamento. El propio Lewis Hamilton no criticó a su rival tras la carrera, a pesar de que le llevó a la hierba en una ocasión: "Es parte de las carreras", aseguró el piloto de McLaren.

Schumacher, el viejo zorro de la Fórmula 1, no se iba a dejar pasar fácilmente, y nosotros disfrutamos con sus duras maniobras defensivas, y también con los magníficos intentos de Lewis. Así es la Fórmula 1: un territorio hostil donde cada uno intenta sobrevivir a toda costa. Es la máxima cumbre del automovilismo. Hamilton y Whitmarsh sabían que Schumacher no iba a poner el intermitente y echarse a la cuneta. El día que eso ocurra, probablemente, habremos perdido su talento para siempre. Pero afortunadamente no ocurrió este fin de semana: Schumacher parece haber encontrado el norte al fin y parece cómodo, disfrutando de las carreras. Tras una magnífica actuación en Bélgica, aquí en Monza –circuito que asegura ser como su propia casa– nos regaló una buena actuación entrañable. Su quinta posición no deja de ser admirable.

EL ESFUERZO DE ALONSO

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En la vuelta 36, Jenson Button completaba su persecución a Fernando Alonso con un adelantamiento típico en la Roggia. El de McLaren era segundo. Un magnífico resultado que le aúpa al tercer lugar del campeonato de pilotos, gracias a la retirada de Mark Webber –a primera de un RBR en esta temporada– tras colisionar con Felipe Massa en la chicane de final de recta.

Fernando Alonso tuvo que defenderse a lo lejos de Lewis Hamilton, que en las últimas vueltas recuperó el ritmo y se iba echando encima del Ferrari. Pero le faltaron vueltas, y Fernando pudo (al menos) regalar a su público un podio merecido que le recompensa el gran esfuerzo de lograr un podio con un coche que a penas da para nada. Fue espectacular escuchar el atronador griterío del público –como siempre, invadiendo el circuito nada más ondear la bandera de cuadros–, especialmente cuando se le entregó el trofeo a Alonso. Emocionante. Y es que, a pesar de que incluso el propio presidente de Ferrari reconoció que el 150º Italia es una decepción, Fernando está realizando una temporada grandiosa para tratar de compensar la carencia competitiva de su monoplaza y subirlo al podio casi a propio pulso. La recompensa podría ser un subcampeonato cuyo sabor es más dulce que amargo, vista la superioridad de RBR y la competitividad de McLaren.

Por último, no podemos dejar de felicitar a Jaime Alguersuari, pues logró un excepcional séptimo puesto –el mejor de su carrera en Fórmula 1–, por detrás del Ferrari de Felipe Massa.

ADIÓS EUROPA
Tres años después, Vettel vuelve a pisar lo más alto del podio de Monza. Tres años después, ha cambiado mucho. De promesa a realidad; Sebastian es el campeón del presente. Ha crecido como piloto y como persona. Tres años después, sigue emocionándose. Y eso es lo mejor: tiene pasión. Disfruta con su trabajo. Mientras siga así, a este deporte le queda mucha vida.

Y así nos marchamos de Monza. Nos marchamos de Monza y decimos adiós a Europa. La Fórmula 1 no volverá a pisar este continente hasta el año que viene. Toca hacer las maletas y emprender largos viajes por todo el mundo, de punta a punta. Atrás queda el peralte del viejo trazado, el bosque del parque de Monza, las gradas ya vacías y enmudecidas, las virutas de goma esparcidas por doquier… Toca volver al siglo XXI: Singapur espera con su futurismo, sus calles imposibles y sus edificios lujosos. Quizá allí, con nocturnidad y alevosía, Sebastian Vettel sentencie el mundial con una estocada definitiva y mortal.

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