El circuito Buddh Internacional nos ha brindado una carrera que sigue la tónica habitual del campeonato, reinando la espectacularidad en todos los frentes y dejando una vez más la sensación de que la Fórmula 1 es un deporte único, con Sebastian Vettel ganando por segunda vez en el tobogán indio, con lo que consolida su liderato.

Sin embargo, dos han sido los nombres que han estado en boca de todos estos días: Adrian Newey y Fernando Alonso. El ingeniero británico lleva más de 20 años en la competición y su creatividad parece no tener fin.

Curtido en mil batallas, Newey representa a la perfección ese genio salido de la lámpara mágica. Su cerebro es un constante procesador de flujos de aire y tarde o temprano siempre termina encontrando la pócima mágica. Lo hizo en Williams, lo repitió en McLaren y ha dado alas a Red Bull. Profesionalidad, constancia y un talento innato para diseñar, van camino de convertirle en el mejor ingeniero en la historia de la competición.

De todos los socios que ha tenido esta mente maravillosa (a excepción del omnipresente Ayrton Senna), el que parece descifrar mejor sus genialidades es Sebastian Vettel. El fantástico piloto alemán se frota las manos con cada invento que cae en sus redes y actúa de verdugo una y otra vez, con un ritmo que desmoraliza a sus contrincantes, incluido su compañero de equipo. Newey ya ha cumplido dos deseos al germano y las innovaciones de las últimas carreras, focalizada en el estreno del doble DRS y nuevos escapes, ponen a tiro el tercero.

Al otro lado de las trincheras sólo se encuentra Alonso. Quinto en parrilla, su situación era crítica con su máximo rival en la Pole. Pero una vez más, el líder de la resistencia se reveló contra la lógica.

"Duerme bien… que mañana nos toca darlo todo", le dijo a su F2012, ¡y vaya si lo hicieron! Embutido por los dos McLaren en la primera vuelta, no dudo en atacar sin contemplaciones apoyado en la espectacular zancadade su Cavallino. Tres campeones en paralelo y el Mundial en peligro, pero el piloto de Ferrari sabe lo que hace, ha vivido en el filo de la navaja toda su carrera. Con Lewis Hamilton y Jenson Button detrás, disponía de aire limpio para desafiar a los Red Bull.

Se inicia una persecución frenética, con el ratón a la caza de los dos gatos y los tiempos calcándose sector a sector. Con blandos, Vettel y Webber se distanciaban paulatinamente, pero Alonso se negaba a entregar la cuchara. Los neumáticos duros igualaron las tornas y tras varios intentos, el piloto español amarró una extraordinaria segunda posición. Todavía sigue vivo.

Ferrari deberá continuar empujando en el desarrollo del monoplaza, que en palabras de Marc Gené ha sido satisfactorio en la India. La mejora en calificación es esencial si se quiere hacer frente a la dictadura Vettel-Red Bull. Todo para intentar evitar que por enésima vez, Alonso vuelva a ponerse el traje de mohicano en busca de otro milagro.

El piloto español sigue empeñado en conquistar este campeonato. La magia de Malasia, Valencia o Alemania contrarrestó los bocetos supersónicos de Newey, pero este ha tomado la delantera con un póker de carreras ganadoras, de la mano de su pistolero favorito (Vettel). Ahora llega el sprint final, con un Gran Premio deAbu Dabhi que dictó sentencia en 2010 y que quien sabe si volverá a hacerlo.

Viejos conocidos que vuelven a encontrarse. Se vieron las caras enel primer mundial de Alonso (2005), donde Newey inventó un cohete 'teledirigido' que ni Kimi Raikkonen ni Juan Pablo Montoya supieron llevar a lo más alto. La periciadel piloto español se impuso, al igual que en 2006, año en el que inglés desembarcó en una escudería emergente como Red Bull.

El ingeniero de moda se tomó la revancha en 2010, con un RB6 que se adaptó como un guante a sus pilotos, aunque Alonso vendió muy cara la derrota. El lápiz y papel del británico volvieron a triunfar en 2011, donde los escapes sopladores pulverizaron el crono y Vettel superó el récord de Poles de Nigel Mansell. El momento del desempate ha llegado.

El flujo aerodinámico se enfrenta a las manos de oro. La excelencia de un monoplaza perfecto (roza su tercer mundial de constructores seguido), retando al campeón que jamás se dará por vencido. Una máquina sin sentimientos frente a un piloto enrabietado que busca recuperar su corona.

El RB8 no dará un paso atrás y la mentalidad samurai de Alonso deja entreverque espera con ansias el envite. Relojería austríaca contra pasión latina, en un campeonato que va camino de tener un final agónico, del que siempre saldrá beneficiada la Fórmula 1.

"Si se rompe la espada, ataca con las manos. Si te cortan las manos, empuja al enemigo con los hombros, sino con los dientes": Alonso reta a Newey, el desafío ya ha comenzado.